11.8.09

Colapso.

No quiero llorar más, pero las circunstancias me obligan a hacerlo. No quiero sentir más angustia, pero el destino continúa provocándomela. No quiero sentir más dolor… Llegó el punto en que simplemente no quiero más.
¿Por qué no puede estar todo bien? ¿Por qué no puede mi vida ser perfecta, sin dolor, sin angustia? ¿Por qué no pueden ser mis lágrimas únicamente de risa, de felicidad?
Es como si todo se pusiera de acuerdo para hacer que no esté en buen estado. Un grito, una pelea, llanto, resentimiento, temblor, sollozos... Sientes que todo te tiembla, no puedes controlar tus manos, no puedes controlar las lágrimas, no puedes controlar tu voz. La sensación de vacío, de angustia, de desesperación, de impotencia… Es lo único que puedes sentir. Se apodera de ti sin piedad, sin importarle las secuelas que pueda dejar a su paso.
Tu corazón late desbocado. Tus pulmones te exigen aire a montones, sin poder saciarse aun con bocanadas grandes y desesperadas. Las lágrimas recorren tus mejillas cual lluvia invernal, sólo que esta lluvia no es dulce, sino salada.
No quieres más, mas recuerdas lo ocurrido sin poder olvidarlo. Invade tu cabeza y decapita cruelmente a cualquier otro pensamiento que pueda ocupar su lugar. Descuartiza a cualquier idea de recuperación, de arreglo de la situación.
Quieres despejarte, quieres dejar de pensar en ello, quieres tranquilizarte, quieres relajarte. Quieres protegerte; de todo, de nada.
Quieres llorar, ovillarte y cubrir tu rostro mientras sollozas, secar las lágrimas luego… Aunque no sirva, pues aún siguen cayendo y los temblores no cesan.
Quieres desaparecer, quieres que nada más ocurra, quieres… Quieres que acabe. Y sabes que lo hará, más tarde que temprano. Pero se te hace eterno…
Entonces, llega el punto en que se cumple lo que deseaste tanto. Ya no sientes. Las lágrimas reaparecen a veces, pero ni cuenta te das. No puedes notar cosa alguna más que la sorprendentemente enorme necesidad de olvidar lo ocurrido y la gran sensación de vacío dentro de ti.

10.8.09

Múltiples Personalidades.

Hoy me di cuenta de que yo son muchas personas. De que yo abarcaría desde una pequeña caprichosa, hasta una joven centrada. Que yo cambiaría con respecto a lo que el resto exige según la situación y a lo que yo dispondría a dar.
Hay veces en que debería ser la que entiende, cuando en el fondo yo quisiera ser la irracional. En que debería ser la que apoya, siendo que necesitaría ser la apoyada.
Y aún cuando hay veces en que yo querría ser dos a la vez, no es posible. Como cuando quisiera ser la inspirada, que al mismo tiempo es la que bromea y ríe con amigas. Pareciera que ambas están presentes, pero pasa de una a la otra.
Y así, permanece el constante paso de una a la siguiente, retornando a la misma.
Con cada emoción viene otra yo. La enamoradiza, la alegre, la celosa, la amorosa, la triste, la enojona, la golosa…
Porque todas ellas son yo…, aún cuando yo no sería todas ellas.
Porque hay veces en que simplemente no se puede ser quien se necesita o requiere. Veces en las que es mayor la egoísta, la envidiosa, la sentida, la superficial, la necia.
Entonces, me pregunto: “¿Qué vendría a ser yo, netamente?”

9.8.09

Sapos, ¿y por qué no?

Ya se saben la historia de memoria, la princesa más linda entre sus hermanas, la menor, juega cerca del estanque con su pelota favorita. De un momento a otro esta se va fuera de su alcance y cae un pozo cercano. Ella, obviamente, no puede alcanzarla, en aquel momento se le acerca un sapo que le dice: "Querida princesa, yo puedo ayudarte en tu dilema, pero debes darme algo a cambio." A lo que la princesa le responde: "¿De qué se trata pequeño sapo?" El sapo dice:“Oh, hermosa princesa Agustina del Carmen déjame explicarte. En realidad yo soy un príncipe apuesto, con un gran reino, romántico, con el medio pedazo de… corcel y una gran fortuna. ¡Pero una bruja malvada me ha convertido en sapo!”. Entonces la princesa le responde: “Oh, adorable príncipe-sapo, ¿qué puedo hacer yo para ayudarte y qué tiene que ver esto con mi pelota?” ¿Y? La respuesta es obvia: “Te devolveré tu pelota, si a cambio me besas.”
Últimamente he pensado bastante en este tema. ¿Por qué las mujeres no nos fijamos más en los “sapos” que están a disposición nuestra? Aquel chico que está dispuesto a ser un galán trillado de clásico de la literatura e incluso de telenovela, sólo por ti. Suena idiota el que no se tome en cuenta un partido así, ¿no…?
¡¿Por qué diablos no nos fijaríamos en alguien así?!
Respuesta de un hombre: porque las minas se fijan en los que no les convienen, puros chantas.

Respuesta de una mujer: porque no es mi tipo/se podría perder la amistad/no me gusta lo suficiente/etc…
Respuesta verdadera: todas las anteriores.
¿Por qué? Porque ellos tienen razón, sí nos fijamos (normalmente) en puros chantas. ¿Por qué?
Porque creemos fervorosamente que cambiarán con nosotras y nos tratarán diferente, cosa que sucede en 1 de cada 394752048234 casos. Ellas también tienen razón, quizás no están lo suficientemente interesadas y en verdad, nadie quiere tener una relación por pena. No es que tengan algo ustedes, chicos, somos nosotras… Ajá, aquí se aplica esa famosísima frase: “No eres tú, soy yo.”
El problema con estos muchachos, es que nos tratan tan, pero TAN bien, que al final los terminamos queriendo…, pero no como ellos quieren. La amistad se vuelve tan fuerte (gracias a su apoyo incondicional, su siempre presente interés, su dulzura sin fin…), que tememos que aquello se pierda y/o acabe por un arrebato del momento.
Hay veces en que llega un punto en que la cosa se vuelve doble sentido. Ellos nos tratan como amigas… y sí, con amigas quiero decir, como amigos machos recios.
¡ERROOOOOOOOR, chicos! Nunca lleguen a ese punto, porque por consiguiente, el posible interés que podríamos tener en ustedes se esfuma en seguida.
También se da que la “princesita” es caprichosa y tiene al pobre sapo pendiente y detrás de ella, sólo para subirse la autoestima. El desdichado sapo ruega, que te ruega por aquel esperado beso, pero ella nunca se lo da. ¡Y cuidado para el sapo con fijarse en una princesa de un reino vecino! Que sino su princesa caprichosa va con todo hasta que vuelva rendido a sus pies, sólo para seguir con el cuento de: “otro día te daré el beso.”
Un consejo para todos los chicos que están dispuestos a ser sapos: si les toca esta princesa, no tomen mucho en cuenta sus pataleos, es casi imposible que cambie, pues probablemente se ha fijado en un príncipe azul que quizás sea un imposible para ella y te tendrá ahí sin darte el anhelado beso. Otra cosa, si quieren romance, no lleguen a la amistad seria, que de ahí es muuuuuuy difícil volver..., aunque no digo imposible. Desde el comienzo sean románticos-espontáneos, regalen florcitas del patio, un dibujo, dediquen una canción… ¡lo que sea mientras sea repentino! Si su princesa da alguna señal de interés, no pidan el beso, róbenlo.
La verdad es que todas las mujeres somos muy fáciles de conquistar, sólo tienen que saber qué nos vuelve locas y tendrán a una princesa dispuesta a dar el beso de transformación.