20.12.09

Los Tarareantes.

Ahí va la ratona que pasa el día tarareando, va a encontrarse con el lobo. Ella, vestida de naranjo, escucha aquella canción dentro de sí, en su cabeza, en su corazón. De hace tres meses y más aún, que esta dice lo mismo; pero cada día la melodía y letras se le hacen más y más dulces, más sinceras, más armoniosas.
Y es que la canción se llama amor. Comenzó a escucharla al conocerlo a él. Aquel lobo flacuchento, pero hermoso; de pelaje oscuro y ojos miel, tan dulces como la misma. El lobo se hace el malvado, el rudo, pero en el fondo es casi como un cachorro.
En el fondo la ratona no sabe cómo expresarle la canción al lobo; lo intenta e intenta, de mil y una maneras, ¡sí que lo intenta! Y lo consigue, se la muestra, pero a partes, a pedazos, nunca completa. Y es que la canción nunca termina, siempre se mantiene y aumenta su resonancia dentro de ella y el poder que tiene en ella.
El lobo se siente querido con la ratona, como nunca, más que nunca. Con ella y sólo con ella, deja por completo al descubierto su naturaleza de cachorro enamorado, su lado vulnerable; en sí, vuelve a ser un cachorro.
El lobo también escucha la melodía, más bella que cualquier sonido imaginable. Se hacen inseparables con la ratona, se cantan los mil y un matices de la sinfonía más preciosa jamás escuchada…, pero sí sentida.
Ahora, todos los animales, desde el águila y los venados, hasta los castores y pumas, ven pasar al lobo junto a su ratona y dicen: “Ahí va la ratona de naranjo con el lobo acachorrado, ¡se pasan el día tarareando!”.






Te amo, felices 3 meses.